Busca ayudar al seminarista a vivir en una relación filial al Padre, imitando a Cristo, dejándose guiar por el Espíritu Santo, en una adhesión confiada a la Iglesia.
Se espera que al concluir el Curso Introductorio los seminaristas hayan vivido una profunda experiencia de reiniciación cristiana y emprendido un camino kerigmático-catequético-mistagógico (cf. DA 290) que les permita irse consolidando paulatinamente como discípulos misioneros que van madurando en el amor a Cristo y a la Iglesia, a partir del encuentro con el Señor, la conversión, el amor y la escucha atenta de la Palabra de Dios, la personalización de la fe, la vida litúrgico-sacramental, la docilidad a la gracia, la oración, el acompañamiento espiritual, una sólida piedad mariana y un serio discernimiento vocacional.
Al concluir la etapa filosófica, el seminarista habrá madurado en la conciencia de su condición bautismal y en la vivencia de una espiritualidad trinitaria, de modo que pueda llamar Padre a Dios; habrá profundizado en el conocimiento, relación, identificación y seguimiento de Cristo; habrá alcanzado una sólida disciplina espiritual y definido su opción por el seguimiento de Cristo a través de la vida sacerdotal en la comunión de la Iglesia.
Al concluir la etapa teológica, el candidato al sacerdocio, dócil a la acción del Espíritu Santo, habrá logrado tal comunión e identificación de vida con Cristo Buen Pastor, que podrá ser signo viviente e instrumento eficaz de su caridad pastoral en la Iglesia, por el servicio de la Palabra, de la santificación y de la conducción del pueblo de Dios (cf. OFESMM 71).