Tiene como meta ayudar al seminarista a desarrollar una personalidad madura, y por lo tanto sólida, equilibrada y libre, capaz de asumir las propias responsabilidades, y de relacionarse sanamente con los demás.
Al concluir el Curso Introductorio los seminaristas habrán iniciado un proceso de maduración e integración de la propia personalidad, a partir del crecimiento en la veracidad y la sinceridad, el auto-conocimiento, la auto-aceptación, la maduración afectivo-sexual, la asimilación de la propia historia y de la realidad familiar, el auto-cuidado integral y el desarrollo de las actitudes que permiten establecer sanas relaciones interpersonales e integrarse activa y constructivamente a la vida comunitaria. Asimismo, los seminaristas habrán desarrollado hábitos elementales que les permitan seguir madurando en las cuatro dimensiones formativas.
El seminarista que ha concluido la etapa filosófica, se habrá consolidado en la integración de una personalidad masculina en relación, equilibrada, madura, responsable y libre, consciente de sus alcances y de sus límites, comprometida en el desarrollo armónico y jerarquizado de sus potencialidades y de las diversas dimensiones de su persona, capaz de establecer relaciones interpersonales sanas, constructivas y duraderas y de comprometerse establemente con responsabilidades y proyectos.
Al concluir la etapa teológica el candidato al sacerdocio habrá consolidado su personalidad y madurado en la vivencia de su afectividad y sexualidad, de modo que sea capaz de vivir serena y fecundamente en el celibato la fidelidad a Dios, a la Iglesia y a la vocación recibida, mediante un amor oblativo expresado en el servicio, en una manifiesta espiritualidad de comunión y en una conducta de respeto a la dignidad humana, a la vida, a la justicia.